Joan Miró, "Asteroide azul"
Quiero dormir el sueño de las
manzanas,
alejarme del tumulto de los
cementerios.
Quiero dormir el sueño de
aquel niño
que quería cortarse el corazón
en alta mar.
Federico García Lorca
Acurrucada en el mar más
sombrío de la Luna, sola con el aire inexistente, consigues volver a evocar
aquella antigua canción. Nada ha cambiado. Sigues siendo un trocito de pájaro envenenado,
un cúmulo de miedos inconcretos que ni tú lograrías comprender. Igual que un
río que termina desapareciendo.
Piensas que alguien se ha
debido llevar el verano en sus ojos, y ni las playas de Cádiz lograrían
recuperarlo. Y a ti, te queda el frío. Y un mareo suave que se extiende por tu
cuerpo, ese cuerpo que ni siquiera es tuyo, que notas vacío, extraño, casi
siniestro. Pero viajar… ¿a dónde? ¿Por qué?
Viajar a la Luna y permanecer
encerrada entre los barrotes de sus venas de diamante. Viajar dentro de un
recuerdo. Lejos, acurrucada en el cuerpo que no es tuyo. Todos somos prisiones
superpuestas.
La última imagen que pasa por
tus labios antes de dejar caer los párpados, pesados cual sentencias, es una
ciudad. Una ciudad que agita su cabellera de viento, en son de despedida.
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